martes, 14 de abril de 2015

EXTREMADURA EN LA ENCRUCIJADA


      Si uno odia las campañas electorales –cada vez más cargantes y teatrales- es sobre todo por lo que tienen de circenses, de esperpéntico guiñol, de grotesca bufonada, de escaparate cañí, de mercadillo ambulante y hortera en el que vemos trajinar a lo más granado de la política patria intentando, como tío Paco en las rebajas, vendernos sus crecepelos en ofertas únicas y tentadoras. Por lo que como extremeño me toca, resulta verdaderamente sonrojante ver al presidente de esta comunidad desarrollar su personalista campaña de marketing al ritmo de un rap panegírico a mayor gloria de su gestión y en donde se ha tratado de camuflar todo lo posible las siglas de su partido como si estas representasen un eczema con el que no hay más remedio que convivir debido a su atópica piel política. El presidente Monago es el más palmario y patético ejemplo de que la derecha necesita refundarse, ese trasnochado extremeñismo de que ahora hace gala es la evidencia de que el nocivo legado dejado por su partido en estos cuatro años disemina esporas tóxicas que pueden acabar contaminándolo todo.


      
      He de confesar que hasta ayer no vi el vídeo del famoso rap en previsión de que esa acción pudiera alterar de forma irreversible mi percepción sensorial. Escucho y apunto: “Lo importante son las personas y no los partidos”, “Hay que primar las ideas por encima de las ideologías”. Pero resulta que este azaroso presidente, con ínfulas de oveja descarriada, rodeado del más irrelevante equipo político que ha pisado jamás la asamblea extremeña y que ataca con la denuncia, es el Presidente del conservador Partido Popular de Extremadura, el mismo que  unido al cordón umbilical del partido matriz ha aprobado algo tan repugnante como la llamada “Ley Mordaza”; abreviando, la derecha pura y dura. Claro, que su deslealtad poco importará a los de la calle Génova si consigue mantenerse en la poltrona –algo que se venderá muy caro- y se dará por amortizada la tortura de atronarnos con perlas como la siguiente: “Algunos que antes eran  verdes ahora son rojos, los rojos son azules y a este gobierno el color le importa muy poco”. Sí, es fácil comprobar a través de su herencia, ataques, denuncias y decretos que a él el color le importa muy poco.


      
     Pero hombre, existe algún extremeño cabal que piense que el presidente Monago, por ética y estética, puede erigirse en adalid de una juventud rebelde y un pueblo subyugado. Me cuesta comprender cómo se conjuga la absurda frase “Extremadura como única doctrina” con la dolorosa certeza de que esta bendita región de inmensos recursos naturales no sea ningún referente para nadie. De ahí la repulsa y el desprecio que suscitó aquel chabacano vídeo en el que se comparaban las bondades de Extremadura enfrentada a la deprimente Andalucía. Acabará resultando que, como los telepredicadores con jacuzzi y grifería de oro, el presidente ha tenido esa doctrina muy abandonada a su suerte: Extremadura es, junto con Andalucía, Ceuta y Canarias, la comunidad con la tasa más elevada de desempleados, una tasa que supone el doble de la que tenía cuando comenzó la crisis: un IRPF más alto que el de otras regiones está incidiendo negativamente sobre la inversión en nuestra tierra; Extremadura está entre las seis comunidades que superan la media de abandono escolar por encima del 23´5 %; Debido al éxodo rural y la falta de expectativas, nuestra comunidad sufre un alarmante vacío demográfico, con 41.635 km2 cuenta con una población ligeramente superior al millón de habitantes… y el flujo migratorio no cesa; es una de las comunidades menos atractivas (por atractiva se entiende competitivas) para el turismo junto con Aragón y Asturias, con menos tejido industrial y de las más morosas.


         
      Alguien me puede explicar cómo con estos datos empíricos Extremadura puede ser, como presume el presidente extremeño y del PP regional, un referente para nadie fuera más allá de la frontera de nuestro propio territorio. A muchos nos gustaría saber qué logros puede presentar este gobierno que hayan mejorado el estatus general de la población, el bienestar de sus ciudadanos; más allá de unos brochazos de maquillaje, lo incontestable es que la región se ha empobrecido hasta límites perversos con una política de austeridad, de subidas de impuestos  y recortes que si viviéramos en una sociedad avanzada sería motivo de condena para quienes la han desarrollado y ejecutado. Tal vez al abrigo del felpudo de la política y sus constantes “puertas giratorias” las estadísticas y datos objetivos puedan resultar excesivamente distantes, fríos, y la resignación nos lleve a pensar que cualquier sitio es bueno para intentar asaltar el cielo o morirse de asco.

           Pero el trabajador honrado, que siempre está muy por encima de las instituciones que le representan, y que lleva mucho tiempo viendo reducido su poder adquisitivo, despojado de la ilusión de vivir en una sociedad del bienestar en donde funcionen las administraciones y el tejido productivo sea un elemento cardinal, confía en la luz de una nueva esperanza que otorgue un mayor poder a los ciudadanos; una quimera imposible si no existe una firme determinación de poner fin a la gangrena que supone establishment . En esta encrucijada se encuentra Extremadura, que debería instituirse como uno de los arietes para destronar la vieja política de esas élites que utilizan su poder como amenaza, que distribuyen de forma tan desigual la riqueza y se han propuesto el linchamiento sistemático de la agónica clase trabajadora. ¡Gonnnng! Último asalto.

miércoles, 1 de abril de 2015

LEY MORDAZA: ¡LA CALLE ES MÍA!


      Como era de esperar, la nueva Ley de Seguridad Ciudadana (conocida como Ley Mordaza) aprobada el pasado día 11 de diciembre del pasado año con los únicos votos a favor del PP, ha ido cosechando todo tipo de críticas, no sólo de los partidos de la oposición, también de las plataformas y organizaciones de defensa de los derechos humanos y asociaciones ecologistas. Ahora parece que todos, en la dirección del partido conservador y en una parte importante de su militancia, aceptan como bueno el diagnóstico de la escasa y mala comunicación para explicar –y al mismo tiempo digerir- los pésimos resultados obtenidos por esta formación en las pasadas elecciones autonómicas andaluzas. No resulta del todo extraño, cada vez que un dirigente del gobierno abre la boca, en algún lugar del país hay alguien que sufre. Cuando le preguntaron al ministro del interior, Fernández Díaz, por la necesidad de esa criticada ley, contestó sin sonrojarse: “la nueva ley es para hacernos más libres”. No, citizen Fernández, la nueva ley da miedo, y una sociedad con miedo es una sociedad esclava.


      
      Con la nueva ley si alguien se niega a identificarse podrá ser multado con 600 euros; impedir un desahucio o manifestarse frente al congreso con 30.000; reunirse o manifestarse en infraestructuras de servicios públicos con 600.000. Además, la nueva legislación considera legales las devoluciones “en caliente”, cuestión ésta que ha sido duramente criticada por el Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa. La ley, está claro, desprende un tufo regresivo, represivo y antidemocrático absolutamente insoportable. Sólo falta que contemple el estado de sitio para completar el siniestro decálogo de un estado policial de pesadilla. En realidad, y para ser Franco (como diría Rajoy), lo que ha aprobado el gobierno es una ley de orden público camuflada, por lo que este viaje a los más tenebrosos sótanos de nuestra historia, sólo tiene un objetivo político, que por supuesto no le saldrá gratis a un gobierno con un gusto obsceno por la imposición, las decisiones unilaterales y que desprecia tanto el consenso. Mirar tanto al retrovisor no va a solucionar nada, y lo que se debería prohibir son las mayorías absolutas.


      
      Los miles de recortes llevados a cabo por esta nefasta administración han empujado a los ciudadanos a rebelarse y salir a la calle a protestar (de la misma manera que así lo hacen para mostrar su descontento las víctimas del terrorismo y las asociaciones pro-vida), y es precisamente ese ruido lo que se quiere evitar con esta zarrapastrosa ley, imponiendo aquel terrible aserto fraguista “la calle es mía”. Así, puede estar más penado manifestarse que robar, como han hecho muchos de sus corruptos cargos condenados y otros presuntos. Me pregunto ¿Qué pasará con todos aquellos que sean multados bajo algunos de los artículos de esta ley cuando llegue otro gobierno y la derogue? ¿Les devolverán el dinero? Será la consecuencia de aprobar leyes sin buscar el mayor consenso político y de espaldas al sentir de unos ciudadanos que, si hacemos caso a las encuestas realizadas al respecto, rechaza en un porcentaje abrumador la ley mordaza, porque, sencillamente, resulta demencial; un instrumento para reprimir la protesta social y otorgar manga ancha a las fuerzas de seguridad del estado para cometer acciones abusivas contra los más débiles. Algo de lo que sólo será culpable el gobierno. Acabaré pensando que la mayor corrupción no es la que finalmente acaba desfilando por los juzgados, sino el poder que ostenta un gobierno para aprobar leyes antidemocráticas apoyándose en su democrático rodillo absolutista.


         
       Yo creo que esta actitud el PP la debe llevar en el ADN, no es posible entender que si no existe un componente hereditario se pueda pensar que para erradicar los extremismos se tenga que penalizar las libertades –colectivas e individuales-, de no ser que la ley sólo haya sido pergeñada porque con ella el partido del gobierno se cubre las espaldas ante la indignación popular que su presencia puede suscitar ante las próximas citas electorales, una indignación a la que se tiene derecho y que, en mi opinión, está muy justificada. Resulta triste comprobar cómo en un país que presume de desarrollado se le busque encaje a leyes tan retrógradas, o si se quiere, seriamente cuestionables. Siempre criticaré que se utilice el parapeto de una manifestación pacífica para cometer actos vandálicos o criminales. Pero debería ser más constitutivo de delito, porque es mucho más cruel, incumplir las promesas electorales de prosperidad escritas negro sobre blanco en esa estafa consentida que suponen los programas de los partidos. Pues no existe una forma más mezquina de represión que matar a la gente de hambre o entrar a saco en sus paupérrimos bolsillos y que todo se haga en la silente normalidad de un estado que se dice democrático.



martes, 24 de marzo de 2015

LA CONDENA

   
      
      Cuando hace tres años y cuatro meses el PSOE perdió las elecciones generales debido en gran parte a su errática política económica, los dispendios, la nula visión del estado de las cosas y las absurdas ocurrencias ideológicas del presidente Rodríguez Zapatero, millones de ciudadanos albergaron la esperanza de que el partido ganador, el PP de Mariano Rajoy, sabría aplicar las recetas necesarias para salir de la devastadora crisis económica que como una apisonadora estaba triturando las economías familiares y abocando al cierre a miles de pequeñas y medianas empresas, algo que aprovecharon también las grandes corporaciones  y multinacionales para poner en práctica una nefasta política de ERES y recortes, condenando así a una obscena cantidad de trabajadores al paro e instaurando una mano de obra esclava: más horas de trabajo, recorte salarial y amenazas de despido con la guillotina a escasos milímetros del cuello.


      
     Esa esperanza se vio rápidamente frustrada cuando el gobierno del anodino, mediocre y cada vez más alucinado presidente Rajoy (el hombre de las frases hechas y las perogrulladas: ¡El gobierno siempre está al lado de las víctimas! ¡El gobierno siempre está a favor de la vida!) y su camarilla de palmeros y opositores a notario, no fueron capaces de alumbrar otra idea más brillante para salir de la bestial crisis que subir salvajemente los impuestos elaborando unas reformas estructurales que se limitaban a recortar servicios sociales y salarios hurgando así en algunos nervios muy sensibles de la sociedad; el efecto fue como si, en plena crisis, a un enfermo que padece insuficiencia respiratoria le aplicaras humo tóxico en lugar de oxígeno puro; procederieron a operar sin anestesia y a la gente le cuesta mucho olvidar el insoportable dolor. Sabido es que la marca PP no es una fábrica de ideas originales y luminosas, que su laboratorio sólo destila ya esencias de la más vieja, desvencijada, anacrónica y rancia política, pero atajar la crisis poniendo en práctica esas obtusas medidas lo podía haber hecho sin alharacas cualquier persona que rebasara  mínimamente el límite de la idiocia sin la necesidad de cargar con muchas alforjas para el viaje. ¿Dónde está el mérito y cuál es el bestial coste social y laboral que se ha tenido que pagar por ello? El incumplimiento de todos y cada uno de sus compromisos electorales es la prueba irrefutable del talante poco escrupuloso del gobierno y el jefe del ejecutivo, que ahondando con su política de austeridad en el misericidio dejado por el PSOE, comenzó a cavar su tumba política. ¡Faltaría más! Cada cual elige la cuerda con la que quiere ahorcarse.


      
      El PP ha comenzado a cavar su cripta política en Andalucía, en donde el descalabro sólo es el primer trago del amargo cáliz que les queda por beber en lo que queda de año legislativo. El contacto con la gente le permite a cualquiera conocer la escasa empatía que este partido despierta en la gente joven y los sectores obreros, su estética, ese pijerío hortera y casposo tan evidente en sus representaciones mitineras, está muy lejos de lo que demanda un partido moderno europeísta con una visión clara del futuro y mortificado por el sufrimiento humano; una juventud, no lo olvidemos, que es la mejor preparada de la historia y que no siente que las medidas adoptadas por el gobierno hayan mejorado su situación. De los negros nubarrones que se ciernen sobre el partido conservador, los máximos responsables son ellos, como expansión de los tormentos que en los últimos años vienen padeciendo las clases más desfavorecidas, y el éxodo de votantes parece irreversible como escarmiento a unos políticos aislados que están muy alejados de la realidad de la calle, de una crisis que nunca pasó por sus casas. Ahora intentarán convencerse y convencernos de que los resultados de Andalucía no son extrapolables al resto de los comicios autonómicos y generales, pero lo cierto es que con resultados irrelevantes en Andalucía y Cataluña (un censo de 12 millones de exponenciales votantes sobre una población total de 16 millones) es imposible gobernar España.


         
       A los dos viejos partidos surgidos las candentes brasas de la Transición (el PSOE estuvo 40 años inactivo) no les quedará otra opción que refundarse, sobrevivir como fuerzas muy limitadas o desaparecer. Desde luego, en el nuevo ciclo que se inicia, les será muy difícil alcanzar una mayoría absoluta para aplicar el rodillo con total impunidad. Además, a los votantes más moderados del PP siempre les quedará la opción de votar a Ciudadanos; los más conservadores, que se sienten traicionados en temas trascendentales para ellos (terrorismo, aborto) ni con la pinza en la nariz se acercarán a votar; y el voto de castigo la gaviota lo alojará en los mandiles de Podemos. El votante, aunque en menor medida que la economía, también castigará la corrupción (nos estamos acostumbrando a vivir en una sociedad de tintes sicilianos), un lastre que afecta por igual a los dos partidos. Siendo sincero, no es que la nueva inercia electoral en donde no tendrán cabida las mayorías absolutas, me llene de gozo y plenitud, el actual sistema de partidos me genera un desafecto visceral; muchos de sus pactos y componendas sólo serán un juego de trileros y todo lo miro ya desde la equidistancia de mi exigua simpatía por los partidos políticos, pero aunque sólo sea por higiene y justicia poética, tal vez ha llegado la hora de que los políticos profesionales que han hecho de la política un negocio, sufran el desprecio de unos ciudadanos que llevan muchos años con el agua al cuello mientras el gobierno daba prioridad al rescate de los bancos y nunca ejecutó el recorte más necesario, el de políticos, altos cargos y asesores. Nuestra sociedad demanda un cambio, y es probable que en esa nueva escena política los viejos partidos ya no sean actores principales, muchos de sus miembros ya no tendrán que ganarse el sueldo con el sudor de su frente jugando con la tablet en el hemiciclo. Hasta entonces, vivirán con la esperanza de que la fatídica ley de H´ondt tenga piedad de ellos. Y es que fuera de la política hace tanto frío, sobre todo si eso te obliga a ser productivo.



      
     Como titulaba el sabio Rafael Sánchez Ferlosio, “vendrán más años malos y nos harán más ciegos”, y puede que la próxima reforma laboral no contemple planes de reindustrialización, ni políticas consistentes para el sector agrario ni la creación de mejoras de  infraestructuras, repoblación y desarrollo rural, tal vez se nos ofrezca 1 día por cada siglo trabajado, un bocadillo a las 10 y un bonobus... Y todo dará igual, porque vivir en una sociedad que desprecia tanto la libertad, tan acrítica, pusilánime  y miedosa como la nuestra, es ya de por sí una insuperable condena.  

lunes, 2 de marzo de 2015

RETABLO DE HÉROES: ROBERTO SAVIANO

        
        Nápoles es una ciudad hermosa con herencia griega, romana y española, 300 años de pertenencia a la Corona de Aragón y posteriormente a la de España. Nápoles es una ciudad con mala reputación, la más poblada del sur de Italia y tiene la tasa de paro más alta del país. La herida purulenta de Nápoles se llama Scampia, un barrio degradado en cuyo núcleo se construyeron en los años setenta unos inmensos edificios (las Velas) en forma de vela pintados cada uno de un color con la idea de descongestionar otros barrios populares superpoblados. Scampia se diseñó para albergar a ochenta mil vecinos, pero llegaron a vivir más de cien mil. Hasta 1997 no se abrió la comisaría en un territorio abonado para la Camorra que enseguida cogió el timón. El periodista y escritor Roberto Saviano (1979) nació en Nápoles y estudió filosofía moderna en la Universidad Federico II de su ciudad y saltó a la fama cuando a los 26 años publicó Gomorra, ya saben ese libro que cuenta con escalofriantes detalles los negocios de la Camorra, esa “gente de respeto” que extorsiona, trafica, secuestra, tortura y asesina. Calificado por Umberto Eco como héroe nacional, tuvo que abandonar Italia cuando la prensa desveló el 14 de octubre de 2008 que el clan de los Casalesi (responsables de más de un millar de crímenes en los últimos años y que toman su nombre del lugar donde tienen su centro, Casal del Príncipe, una población de 20.000 habitantes a 40 km de Nápoles) tenía previsto asesinarle a él y a su escolta en un atentado antes de Navidad.  


          
          Saviano comenzó a interesarse por la mafia napolitana cuando tras licenciarse se introdujo en el grupo de historiadores Observatorio de la Camorra, lo que le cambió la vida para siempre, ya que tras la publicación de su novela, de la que se han vendido más de diez millones de ejemplares, y su posterior adaptación cinematográfica, el escritor vive en la sombra rodeado de escoltas. La Camorra le hizo perder a su novia, a su familia y a sus amigos a base de severas amenazas de muerte. Fue entonces cuando comenzó a odiar el libro que había destruido su mundo, obligándole a vivir como un “condenado a muerte” sin domicilio conocido. Sólo en esta pérfida obra de ingeniería de la dominación, el poder y la violencia que llamamos sociedad, puede ser posible que un virtuoso e incorruptible escritor pueda vivir enterrado en vida por sacar a la luz los trapos sucios de la mafia y todo ello sea considerado normal, el precio que un hombre audaz tiene que pagar por elevarse por encima de todos aquellos que con su miedo cultivan el miedo. Mientras, seres tan infames y corruptos como Silvio Berlusconi se pavonean ante los tribunales, las cámaras y la opinión pública mostrando el reflejo amargo de una sociedad indecente.


         
         Roberto Saviano, que actualmente tiene 35 años, tiene una habilidad sorprendente para empatizar con la gente; su hermosa y reluciente calva, su mirada limpia, su sonrisa perpetua incluso para hablar de las cuestiones más dramáticas, su olfato e inteligencia para encontrar historias y crear buena literatura, hacen que su figura desprenda un magnetismo intimidante. El poder hipnótico que irradia en las entrevistas apenas nos hace atisbar que este hombre está enterrado en vida preguntándose una y otra vez ¿qué clase de vida es esta? El novelista italiano vive en un permanente estado de frustración y no cree que haya sido muy noble destruir todo su mundo para que la verdad resplandezca, que su coraje y su ímpetu le impidieron actuar protegiéndose con la mesura debida, motivo que ahora le impide disponer de su vida, teniendo en determinadas ocasiones que recurrir a los psicofármacos para poder seguir adelante. Salvo los asesinos mafiosos y los políticos corruptos todos deberíamos ser conscientes de la noble y generosa labor de Roberto Saviano, de la importancia de unas denuncias que han puesto precio a su cabeza y le han costado la felicidad. Se ha hablado tanto de su posible muerte que a veces puede sentir su abrazo con la distancia de algo que no le concierne.


      
          Hay una leyenda que dice que a Italia llegaron tres nobles caballeros españoles y fundaron tres mafias: la Cosa Nostra siciliana bajo el auspicio de la Virgen; la´Ndrangheta de Calabria bajo la protección de San Jorge; y la Camorra de la región de Campania cuya capital es Nápoles y que está auxiliada por el Arcángel San Gabriel. El primer documento que prueba la existencia de una organización mafiosa se encuentra en el Tribunal de Toledo, con fecha de 1420. La organización se llamaba Garduña.



       
        En Italia cientos de personas mueren cada año a manos de estas organizaciones criminales. Saviano no cuenta en Gomorra (un libro escrito con una excelente prosa y especialmente fascinante por sus múltiples pinceladas costumbristas) una historia novedosa salvo porque la mafia ya no es una organización de estructura jerarquizada y en su actual modelo horizontal faenan hombres de negocio armados, pero por alguna extraña razón difícil de evaluar, su novela ha tenido un impacto brutal que ha puesto el retrato del escritor en los carteles de Wanted con la sentencia “Saviano tiene que morir”. En realidad, el escritor napolitano se ve en esta triste coyuntura no por lo que ha escrito –que era sobradamente conocido-, sino porque muchos lo leyeron, obteniendo una difusión mediática que terminó quebrando los nervios de la Camorra. No sé si existe un lugar en el planeta donde mi héroe pueda vivir en paz con un nuevo rostro y disfrutar así de su tan enorme como amarga fortuna. Después de estos últimos nueve años que han acabado consumiéndole, él confiesa ser más honesto que valiente porque la imprudencia de su exposición pública es ya irreversible y le ha empujado al exilio íntimo, la reclusión y la derrota. Tal vez nadie le pueda ayudar, pero yo deseo la mejor de las suertes para este hombre íntegro e inspirador. No hay primavera sin invierno ni vida sin muerte, y como dijo García Márquez: “la vida ya nos ha dado bastantes motivos para saber que ninguna derrota será la última”.

martes, 17 de febrero de 2015

CINCUENTA SOMBRAS DE GREY

      Incluso para alguien como yo, que manejo un blog de cine y erotismo, resulta difícil entender un fenómeno que ha convulsionado el imaginario colectivo femenino sin discriminación de clases en nuestra sensible sociedad. Más si uno piensa que, ausente del relato y, por supuesto de la película, el acto de la sodomización (tan ligado al ritual del BDSM) y eliminada la escena comprometida del tampón que Chistian Grey le quita a Anastasia como preámbulo de una de sus tibias sesiones sadomaso, todo queda en un sonrojante teatro adornado con ataduras y unos azotes. Vamos, en un pueril gatillazo. Y es que, amigos lectores, son mujeres el público principal en la mayoría de las salas, un reflejo del perfil de lectores de que devoró la trilogía de E. L. James, dejando alojadas en lo más íntimo de sus mentes unas fantasías infantiles muy poco transgresoras. Ellas serán testigos de cómo en esta adaptación a la pantalla grande se han dulcificado y descontextualizado algunas secuencias eróticas hasta despojarlas de cualquier cariz impío y embriagarlas con el perfume de un cuento de hadas. Como apuntaba, no sé lo que la gente busca en este pastelazo en un mundo atiborrado de porno. No lo sé, pero si algo consigue la película es usurpar al sexo de su deliciosa chispa y su disfrute natural y espontáneo.
     

      
     Anastasia Steele (Dakota Johnson) es una estudiante de literatura de la Universidad de Washington (Seattle) que recibe el encargo de entrevistar al popular y joven empresario Christian Grey (Jamie Dornan) un millonario de 27 años que deja a Anastasia impresionada con su fuerte atractivo y magnetismo. La inocente e inexperta Ana intenta olvidarlo, pero no lo consigue. Cuando la pareja, por fin, inicia un tórrido romance, a Ana le sorprende las peculiares prácticas eróticas de Grey, al tiempo que descubre los límites de sus más oscuros deseos.


       
        Todo eso, entre comillas. Siendo sincero, pocas cosas pueden sorprender a alguien que, como el abajo firmante haya crecido en las salas de cine viendo El último tango en París, El imperio de los sentidos, Crash, Fóllame o las más recientes El Anticristo o Ninphomaniac. La directora Sam Taylor-Johnson, que demostró talento en su anterior película Nowhere Boy (2009) un magnífico biopic sobre la infancia y adolescencia de John Lennon, templa en exceso el pulso para que la película puede ser degustada hasta por las más ancianas mamás, y se supone que la coartada es el sexo, pero eso es algo que aquí está muy diluido, tanto como la forma rácana, fugaz de mostrar los desnudos en el gozo de unas prácticas sexuales poco abruptas y nada estimulantes. Que ningún espectador busque en Cincuenta sombras de Grey la descriptiva representación de un sexo guarro, aquí todo huele a perfume caro, a spot largo e insufrible, nadie gime de forma bestial ni chorrea placer, las bragas están impolutas y los planos de genitales brillan por su ausencia, y si uno espera que encontrar a los personajes exhaustos tras alcanzar el límite del paroxismo, Christian Grey le sorprenderá con un magistral solo de piano, así de sibarita es este macho alfa. ¿De dónde la viene la inspiración? No importa, sabe camuflar sus traumas, tiene mucho dinero y toda reticencia, incluso la nula química entre la pareja, acaba vencida por ese don, el verdadero fundamento de toda esta mierda.


      
       Cincuenta sombras de Grey es un film aburrido, que es lo peor que se puede decir de una película, superficial y ridículo en incontables tramos de su extenso metraje, que tiene el mérito de convertir a la en su tiempo tan polémica como mediocre 9 semanas y media en una obra maestra. Tan cruel y hortera en su esteticismo rimbombante como plomiza es su línea de diálogos, verborrea sincopada de una relación que se inicia como un contrato de mínimos y máximos de unos juegos sadomasoquistas convertidos en toda aspiración de unas vidas mediocres que se aferran a la única rama del acantilado para no  enfrentarse al vacío de su existencia; el masoquismo lo sufre el que se sienta en la butaca y el sadismo lo ejerce la mano que te sirve el ticket de la entrada. Luego están los intérpretes, con un Jamie Dornan excesivamente pétreo y el torso desnudo para presumir de musculatura pues tiene imposible hacerlo de sus dotes artísticas; y una Dakota Johnson (que no tiene, precisamente, lo que se podría calificar como un cuerpo de infarto) penalizada en su rol por sus esfuerzos de contención en su afán de representar a una chica apocada, frágil y cohibida, sin darse cuenta de que cuando más nos gusta es cuando se emborracha, extravía su mirada, se muerde el labio y sus gestos se contraen dejando entrar en erupción su volcán uterino. Me la trae al pairo lo que piensen sobre el asunto del bondage y la sumisión las asociaciones feministas, lo que me molesta es la asepsia quirúrgica de la función, que todo resulte tan falso y tramposo, su carencia absoluta de oscuridad y quebranto… Nada que ver con el espectáculo grotesque que protagonizaron Carmen de Mairena derramando placeres sobre un Dinio confundido.



lunes, 16 de febrero de 2015

EL HÉROE EN SU DIQUE

“La desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad. Los obedientes deben ser esclavos”.
(Henry David Thoreau)


    
      Decía el poeta griego Cavafis que “Lo importante es el camino”. En los tiempos actuales se hace difícil evaluar el recóndito camino que nos queda por recorrer si ya resulta una tarea ardua desbrozar el espinoso sendero por el que ahora transitamos, tan lleno de trampas y emboscadas que uno siente cómo su mayor anhelo, la libertad, se encuentra seriamente amenazada. Son muchos los tics autoritarios que encontramos en una sociedad carente de referentes humanistas, de verdaderos luchadores por los derechos civiles, y en donde el pensamiento libre ha sido sustituido por el credo de alguna doctrina política o fundamentalista (sólo hay que escuchar los programas de tertulias en las que chillan más que un cerdo en el día de San Martín, y las diarias trifulcas políticas). Al menos yo no encuentro la pulsión, no siento el pálpito, tal vez algunos estertores, siempre confusión.


      
      Era necesario que Erich Fromm lo subrayara en su magistral ensayo “El miedo a la libertad”, pues el hombre, tras creerse liberado de las cadenas de la sociedad tradicional, abrazó con absoluto descaro la esclavitud de la sociedad de consumo y la estandarización cultural, acertando plenamente en su diagnóstico: “El peligro del pasado era que los hombres fueran esclavos, pero el peligro del futuro es que los hombres se conviertan en robots, en meros autómatas”. En un mundo como este sólo existen dos tipos de individuos: el de pensamiento libre y actitud crítica e independiente y el que forma parte de una inmensa mayoría temerosa, sumisa y conformista que ha dejado el pensamiento a un lado para recitar una doctrina que hace propia pero que sólo es una síntesis de lo que otros piensan impulsados por algún interés. Medroso, se refugia en absurdos decálogos para no sentirse desplazado ni inseguro, acepta cualquier ideología en detrimento de su capacidad crítica.


    
     Personalmente, el hombre que se refugia en las masas no me resulta atractivo (me viene a la mente la corrupta democracia imaginada por Jorge Semprún para la magnífica película de Costa Gavras “Z”, en donde un tipo utiliza a la muchedumbre como parapeto para cometer con total impunidad un brutal crimen), siento por él un desdén que posiblemente a veces se transforme en compasión. El individualismo se nos aparece como una opción suicida en el desalentador marco de una sociedad adocenada y contaminada por los intereses y la diarrea verbal de sus respectivos gurús, que aceptan de buen grado los aplausos y la docilidad de sus siervos con la seguridad de que lo único que les hace estar ahí, mostrándoles su incondicional apoyo, es su debilidad, una aguda astenia intelectual que les obliga a huir de la soledad en la que se sienten desplazados. Resulta al menos paradójico que el hombre se sienta fuerte e integrado formando parte de una mayoría, cuando es precisamente desde esa posición donde nos muestra de forma más transparente su carácter frágil y su fracaso como individuo que ha desistido de su propia realización personal. La crisis de nuestra civilización está fundamentada en gran medida en la propensión del hombre para evadirse de su libertad, su insignificancia se hace patente de manera desoladora y amarga en el concierto de una sociedad industrializada y en las constantes demoledoras de una democracia que sólo atiende al individuo como un átomo imperceptible que es parte inherente de una masa amorfa que resulta fácil controlar.


        
       El tiempo todo lo destruye, y como decía el Dr. Luther King, tal vez sólo nos quede ya luchar por un final en donde se nos esté permitido soñar, un tiempo en donde el hombre, además de sobrevivir con sus impulsos naturales y mecánicos, sea plenamente consciente del expansivo vacío moral que deja como legado cuando rehúye la libertad. El miedo es igual de tangible y transferible en los regímenes totalitarios que en las modernas democracias, la única gran diferencia estriba en los métodos más o menos sutiles de sometimiento, pero está claro que en ambos se busca la conformidad automática con tal procacidad que muchas dictaduras se han instaurado a través de impolutos procesos democráticos sin que se note mucho el cambio. He comentado en alguna ocasión que mi mayor frustración es haber nacido y crecido en un tiempo de cobardes, y conozco a muchas personas cuya ceguera y necedad les hace tener como mayor aspiración ser persuadidos y guiados por alguna de esas sectas políticas que repican el engañoso mantra “Por un mundo mejor”. Pero yo sólo suspiro por el héroe que ha construido un dique para mantenerse a salvo de tanta mansedumbre y mediocridad, el hombre en su dimensión histórica, metafísica y existencial, el hombre que se niega a dejarse arrastrar por el miedo y se resiste a ser manipulado por las estrategias de distracción de esos que crean problemas para después ofrecer soluciones, el único capaz de comprender que las instituciones deben estar al servicio de los ciudadanos y no al contrario, y que alzándose por encima de tanta ignorancia y estupidez, escupe con rabia una verdad que a nadie debe asustar: “un gobierno no debe de tener más poder que el que sus ciudadanos le estén dispuestos a conceder”. La verdadera esencia de una democracia inalcanzable.



domingo, 15 de febrero de 2015

RAZONES PARA NO VOTAR

      Hay mucha gente interesada que de manera solemne proclama que no acudir a votar es una irresponsabilidad, que cualquier tipo de sufragio representa una fiesta para la democracia y que la madurez de un Estado de Derecho se fundamenta en la participación masiva de la ciudadanía para elegir a sus representantes con sus votos en las urnas. Yo lo que creo es que todo eso es polvo de hadas, una engañifa, humo lejano de alguna reserva india de Dakota del Sur, porque la esencia de la democracia gravita sobre el respeto mutuo, sobre la plena libertad para defender las ideas y decisiones siempre que, por supuesto, se haga de una forma pacífica. Y entre ellas, por supuesto, está el esquivar el compromiso con las urnas, una decisión tan democrática, respetable y razonada como la de todos esos votantes que acuden religiosamente a cada cita con las urnas para, en mi opinión, ser engañados de forma sistemática.

      Los votantes podrán acusar a los no votantes de inacción e irresponsabilidad, nos venderán la burra vieja de que no tenemos derecho a protestar y quejarnos, como si eso les sirviera a ellos de algo y los que no votan no pagaran igual los abusivos impuestos. Los no votantes, por otra parte, podremos acusarles de la complicidad que con sus votos han generado en gobiernos desastrosos y corruptos que han llevado al país a la ruina económica y moral. El abstencionismo no es una medida antisistema tal y como en este país se entiende ese término –que tampoco estaría mal por lo que tiene de revolucionario-, es una opción inteligente dentro del marco legal para bombardear los cimientos de un sistema corrupto desde su mismo corazón, sobre todo si el nivel  de abstencionismo es tan elevado como para hacer saltar los pilares del sistema. Hay quien me invita al voto en blanco, pero eso sería entrar en el juego de un régimen que favorece los intereses personales o grupales de una clase privilegiada. Estas son algunas de las razones para no votar en las próximas elecciones:

- El voto no sirve para nada porque jamás se cumplen los programas electorales de los partidos que han ganado las elecciones, lo cual supone una estafa, un fraude electoral, y el pueblo carece de mecanismos legales útiles y pacíficos para derrocar al gobierno de turno que ha engañado a sus votantes. El ejemplo nos lo brinda el proceder del actual gobierno, que entre otras perlas nos prometía bajar los impuestos y exhibe a un ínfimo y repulsivo ministro de Hacienda que los ha subido 50 veces.



- En una democracia real debería ser el pueblo el que eligiese a sus gobernantes, no como ocurre en nuestro podrido sistema, que se limita sólo a ratificar a los representantes elegidos por las cúpulas de los partidos o sus afiliados. El sistema de elección por primarias tampoco convence porque el voto mayormente está guiado por intereses mezquinos y las presiones de las distintas federaciones; las cúpulas de los partidos pueden defenestrar al secretario general de una federación elegido en primarias alegando cualquier excusa peregrina. Partidos que cuentan, además, con una férrea disciplina de voto que les obliga a votar a ese candidato si no quieren ser dilapidados.

- La Constitución dice que “Todos los españoles son iguales ante la ley”, y eso que debería ser así, no se cumple, pues al no existir una división plena y real de los poderes, el político goza de una impunidad de la que no goza el ciudadano normal: el poder judicial está en manos de los políticos y los aforamientos son un insulto a la inteligencia y la dignidad de un pueblo que proyecta la distancia sideral existente entre los ciudadanos y su clase política. Si un ciudadano presenta una demanda contra cualquier administración y carece de recursos se tiene que acoger a un abogado del turno de oficio, mientras que esa administración cuenta con la defensa de los más prestigiosos bufetes que pagamos nosotros con nuestros impuestos, algo que resulta infamante y vergonzoso.

- Si los votantes piensan que con sus votos van a obligar al partido ganador a cumplir la voluntad de la mayoría, están muy equivocados, pues una vez que un partido obtenga la deseada victoria sólo atenderá a su insana codicia y la de los grupos de presión (bancos, grandes corporaciones y lobbys influyentes) que serán quienes, finalmente, les marquen la agenda social y económica.



- Un ciudadano tiene que cotizar durante 35 años para cobrar la totalidad de la base reguladora de la pensión a la que tenga derecho. Sin embargo, a un diputado o senador le basta con sólo 7 años de ejercicio para poder obtener la pensión máxima de jubilación, esto es posible gracias a la pensión parlamentaria que con total desfachatez, desvergüenza y descaro ellos mismos aprobaron. Los europarlamentarios españoles cobran hasta 15.000 euros al mes trabajando sólo 134 días al año. Insultante ¿verdad? Es entonces cuando me pregunto ¿qué le parece este sueldecito a los más de cinco millones de parados? ¿Y a los que con un salario de mierda no les llega para cubrir las necesidades básicas de su familia?

        La política de austeridad y sacrificio a la que ha estado y está sometida nuestra sociedad representa uno de los capítulos más negros del capitalismo salvaje. La consecuencia es una clase media calcinada, cimentándose un abismo insondable entre los trabajadores y la clase política y adinerada. Ser trabajador para ser pobre. Lo peor no es comprobar  cómo el dinero se ha convertido en una poderosa arma para subyugar y exterminar a los más débiles; lo más terrible y doloroso es comprobar cómo la derrota de las clases más humildes se ha producido sin la más mínima lucha o atisbo de rebelión por parte de los trabajadores, que han aceptado la miseria de la política de austeridad lo mismo que los borregos enfilan el camino del matadero. Decía Albert Camus: “Puede que lo que hacemos no nos traiga la felicidad, pero si no hacemos nada, no habrá felicidad”.




    Por todo ello yo apuesto por una democracia real, de convivencia social y humanista, verdaderamente participativa y consensuada que tenga como meta fundamental un reparto equitativo de la riqueza y en donde nadie se sienta huérfano, desprotegido o al borde de la exclusión social. Y desprecio el Estado de Partidos que genera una casta indecente y unos intereses miserables. La abstención puede dinamitar el sistema y es el único ariete que tiene el pueblo para acabar con la corrupción y el chollo repugnante en donde están instalados los políticos. Eso es revolución, y no lo que predica la nueva kasta.

sábado, 14 de febrero de 2015

FALANGISTAS Y POETAS

      Los trabajos para localizar los restos de Federico García Lorca en el trágico barranco de Viznar siguen su curso utilizando las más sofisticadas técnicas del siglo XXI: un georradar como el que encontró al Che, una cámara fotográfica en tres dimensiones y los mismos laboratorios genéticos que intentan hacer hablar a los huesos de Colón. Quiero pensar que a todos nos encantaría que los trabajos arrojaran un resultado positivo y que, como dicen sus familiares, no se deje sin remover una sola piedra para que la verdad salga a la luz. Pero ¿qué verdad? ¿No está ya dicho todo? No creo que a nadie le quepa duda de que García Lorca es el poeta más importante de la historia de España, subrayo lo de más importante porque “el mejor” sería un concepto más discutible y subjetivo. Si fuera posible hacer un terrorífico viaje en el tiempo y trasladarse al Madrid de julio de 1936, unos días antes de la sublevación militar contra la República en Melilla, se podría comprobar cómo el ruido de sables, los tambores de guerra y el ambiente de intolerancia, violencia y agitación era tan asfixiante que llevó al poeta a trasladarse de la capital a su tierra, Granada, dirigiendo sus pasos hacia la Huerta de San Vicente, la finca de veraneo de su familia, a donde llegó el 14 de julio de 1936. Lorca había rechazado la invitación al exilio que le ofrecieron las embajadas de México y Colombia, que temían por su vida. No tardaría en arrepentirse de su decisión: en pocos días el centro de Granada estaba controlado por fuerzas falangistas y de la CEDA, y su cuñado y alcalde la ciudad, Manuel Fernández-Montesinos fue arrestado en su despacho y fusilado un mes más tarde.


     
       Aunque el primer registro en la Huerta de San Vicente tiene lugar el 5 de agosto y fue dirigido por Manuel Rojas Feijespan, infausto capitán de la Guardia Civil con gran protagonismo en los sucesos de Casas Viejas el 12 de enero de 1933, éste informó al poeta de que no había nada contra él y tampoco en los días sucesivos hubo orden de arresto. El primer intento de arresto de García Lorca tiene lugar en la huerta de San Vicente el 9 de agosto por parte de un grupo en donde sobresalen miembros de la familia Roldán (Miguel y Horacio) declarada enemiga de la familia de Lorca desde la explotación de la remolacha azucarera en la Vega de Granada, también por el agravio que supuso la publicación de “La casa de Bernarda Alba”, otra familia de raigambre y enemiga de la suya. Los Roldán habían intentado obtener el plácet para arrestarle del gobernador civil de Granada, Valdés Guzmán, en una reunión en Asquerosa (actual Valderrubio). Según algunos autores, las rencillas y el odio entre familias tuvieron más peso que la cuestión política en el arresto y posterior asesinato del poeta. Tras el degradante incidente, Lorca pensó que lo mejor era refugiarse en la casa de los Rosales, pues además de su amigo Luis Rosales, poeta y discípulo suyo, todos los hermanos eran falangistas y José, conocido como “Pepiniqui”, un puntal del partido en Granada. Instalado ya en la casa de la familia falangista, el 16 de agosto se presentaron en la casa de los Rosales tres hombres para arrestar a Lorca: Ramón Ruíz Alonso (ex diputado de la CEDA y padre de las actrices Emma Penella y Terele Pávez), Federico Martín Lago (un maestro perteneciente a la falange) y Juan Luis Trescastros (familiar lejano del poeta y hombre de confianza de los Roldán, como se ha apuntado, enemigos tenaces de la familia Lorca).


      
        Nadie pensaba que existiera alguien que fuese capaz de ir a detener a García Lorca a la casa de “Pepiniqui”, pero existía, y con el consentimiento del gobernador civil, que al parecer lo consulto con el insurrecto Queipo de Llano y éste le dijo “Dale café, mucho café…”. No nos engañemos, las causas de la muerte del poeta siguen todavía hoy envueltas en una nebulosa, en un silente misterio. Así, el investigador Miguel Caballero narra en su libro “Las trece últimas horas de Federico García Lorca” que la muerte de Lorca se debió más que a ninguna otra cosa a rencillas familiares que arrastraba su padre desde hacía más de setenta años, no niega que en su asesinato influyeran una concatenación de factores, pero señala la cuestión familiar como la más importante para entender por qué fue ejecutado el poeta. Una vendetta que surge con la semilla del odio entre las familias de la Vega de Granada y a la que contribuyó la publicación de la obra citada.

      Según Caballero, García Lorca fue ejecutado pocas horas después de ser detenido, durante la madrugada del día 17 de agosto de 1936, pues de haber estado más tiempo bajo custodia su padre (conocido hombre de derechas) y los hermanos Rosales le habrían liberado, ya que tanto uno como otros tenían una notable influencia en la ciudad. Lo cierto es que a pocos historiadores les ha interesado subrayar que la vida de Luis Rosales estuvo en gravísimo peligro por haber acogido en su casa al poeta granadino. De tal modo, que de no haber intervenido su hermano “Pepiniqui” le habrían fusilado, pero el incidente se dio por zanjado con una multa al poeta de 25.000 pesetas de entonces. Porque en realidad, quien mandaba y cortaba el bacalao en Granada era el gobernador civil, el siniestro comandante José Valdés Guzmán, que técnicamente era falangista pero que le espetó al destacado falangista Narciso Perales Valdés: “Mire usted, a mí eso del nacional-sindicalismo me pega tres patadas en la boca del estómago, y le tengo enfermo ¿sabe usted?”. Sus simpatías, quedó claro, estaban con las derechas orondas y lirondas.


   
        En el libro de Eduardo Molina Fajardo “Los últimos días de García Lorca” se revela que el día antes de la detención del poeta (recordemos que ésta se produjo el 16 de agosto de 1936) ya se habían iniciado los trámites para detenerlo sin informar de ello a los Rosales, presentándose en la Huerta de San Vicente una escuadra al mando de Díaz Esteve, miembro de la pandilla que rodeaba al gobernador civil Gómez Valdés. Se prueba así que la denuncia contra el poeta no emanó de la falange granadina, sino de los cedistas que asesoraban al gobernador civil. Y fue éste quien más empeño puso en fusilar a Luis Rosales por poner en tela de juicio las decisiones de la superioridad. En aquellos momentos, nadie, ni siquiera su familia -porque no pudo, claro-, hizo más que el poeta y Premio Cervantes Luis Rosales por salvar a Lorca, asesinado junto a un maestro de escuela con una pierna de madera y dos banderilleros anarquistas. Las hipótesis sobre las causas de su asesinato son muchas y variadas: Lorca pudo ser el despojo que dos perros rabiosos (la falange y la CEDA) trataban de arrebatarse; las rencillas familiares que jamás olvidaron miembros cedistas de familias enemigas; puede que su detención y asesinato fuera el último intento de localizar a Fernando de los Ríos, amigo íntimo suyo, y que en realidad era el pez gordo que buscaban. Los siniestros personajes que le detuvieron acusaron a Lorca de disparates como ser espía de Rusia, ser miembro de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, ser íntimo de Fernando de los Ríos (como si esto fuera un pecado capital) y de haber criticado la España tradicionalista. A día de hoy, lo que tengo meridianamente claro es que de aquel vil, atroz, repugnante e inútil asesinato nadie salió más limpio que Luis Rosales, el único de todos ellos capaz de comprender que cuando muere un poeta muere una estrella.



“EL CASO PATRICIA HERAS”: ESTÍMULO PARA EL ASCO.

 “El caso Patricia Heras” se remonta a un aciago 4 de febrero de 2006, cuando esta mujer de 32 años que había llegado desde su ciudad natal, Madrid, hacía sólo unos meses, salió de fiesta con un amigo. Horas más tarde, cuando volvían a casa en bicicleta, Patricia y su amigo tuvieron un pequeño accidente. Él se dio un golpe en la cabeza y Patricia sólo tenía unas leves rozaduras. Un automovilista que pasaba por allí se paró para auxiliarles y decidieron llamar a una ambulancia que les dejó en el Hospital del Mar. Es entonces cuando comienza una historia pesadillesca que sólo puede ocurrir en un país bananero controlado por un estado policial y una ciudad con unas instituciones corrompidas hasta la médula.  

         En el hospital, Patricia esperaba en la sala de urgencias mientras su compañero era atendido. En la sala había una inusual actividad aquella noche, ya que poco antes se habían producido unos enfrentamientos entre “okupas” y agentes de la Guardia Urbana en un antiguo teatro ocupado en la calle Sant Pere Mes Baix. El desalojo dejó un balance de nueve detenidos y varios agentes heridos, uno de los cuáles acabó en estado vegetativo tras recibir una pedrada en la cabeza. Mientras los médicos y personal sanitario se afanaban atendiendo a los heridos, miembros de la Guardia Urbana vieron a Patricia sentada esperando también ser atendida. Inmediatamente fue detenida. ¿Por qué? Patricia, que estudiaba filología en la Universidad de Barcelona y que poco tiempo antes se había hecho un corte de pelo punk dejando su cabeza como una especie de tablero de ajedrez, respondía al perfil y la estética “okupa” que lucían todos los detenidos.



      Como este es un país en el que la justicia (aunque sea corrupta) importa más que la verdad, de nada valió que la joven insistiera en su inocencia y los testigos que podían apoyarla, que alegara que nunca había puesto los pies en aquel viejo teatro y que no   formaba parte de ningún colectivo “okupa”, que no podían detenerla sólo por su indumentaria antisistema y su peculiar corte de pelo. Pero si no se impone la verdad es imposible que se imparta justicia y su suerte estaba ya echada. Si no viviéramos en un país que ha degradado hasta los límites del terror y la vergüenza la libertad y los derechos civiles, una simple y serena comprobación hubiera dado por zanjado el asunto y demostrado que lo que contaba Patricia se ajustaba a la verdad. Por el contrario, en 2008 fue condenada a tres años de prisión por la Audiencia de Barcelona, pena que fue ratificada por el Tribunal Supremo. En abril de 2011, durante un permiso penitenciario (desde enero de ese mismo año sólo acudía a dormir a la prisión de mujeres Wad-Ras), Patricia Heras dejó de luchar, no soportó la presión y se tiró  por la ventana del séptimo piso donde vivía. Si tuviéramos que señalar a los máximos responsables de la cadena de trágicos despropósitos que acabó con el suicidio de la joven universitaria, cargarían con la mayor culpa el Ayuntamiento de Barcelona a cargo de Joan Clos y la Guardia Urbana a su servicio.

       Pero la culpa, como demuestra el magnífico documental Ciutat morta (Xavier Artigas, Xapo Ortega, 2014) toca también de lleno a los tribunales que la sentenciaron y a los medios de comunicación catalanes con su repugnante silencio y desinformación, siempre tan esclavos de las ubres del poder: TV3, La Vanguardia, El Periódico y otros medios son señalados como piezas clave para el triunfo de la injusticia y la impunidad. El documental se hace eco del infame montaje que dio lugar a aquellos terribles acontecimientos y que alcanza unas escalofriantes dimensiones con la implicación  de las más grandes estructuras del poder, teniendo como fondo (y ahí se encuentra el meollo, la almendra, la piedra rosetta del asunto) los oscuros planes urbanísticos del Ayuntamiento de Barcelona.


           Vengo denunciando desde hace tiempo el grave riesgo que corre la libertad en un país donde el poder ejerce un control abusivo e intolerable y la corrupción política, policial y judicial amenaza los derechos fundamentales que deben regir en un estado de derecho: las torturas silenciadas (atención al informe de Amnistía Internacional), la justicia “preventiva”, la manipulación de pruebas y testimonios espurios, la imputación como condena, los prejuicios morales, raciales o estéticos, las denuncias falsas, las mentiras y los sobornos institucionales, los silencios cómplices y el deterioro de unas instituciones que deberían ser esenciales para la armonía y convivencia cívica y que, convertidas en nauseabundos pozos fecales, no son dignas de los ciudadanos que las mantienen y les dan de comer. “El caso Patricia Heras” o “4-F” es la perfecta metáfora de un tiempo y un país que será condenado por la historia como uno de los más asquerosos ejemplos de sociedad capitalista sin escrúpulos, aunque ya lo está para todos los que nunca creímos que el disfraz de impostada democracia podría disimular los desmanes fascistas.