Si uno odia las
campañas electorales –cada vez más cargantes y teatrales- es sobre todo por lo
que tienen de circenses, de esperpéntico guiñol, de grotesca bufonada, de
escaparate cañí, de mercadillo ambulante y hortera en el que vemos trajinar a
lo más granado de la política patria intentando, como tío Paco en las rebajas,
vendernos sus crecepelos en ofertas únicas y tentadoras. Por lo que como
extremeño me toca, resulta verdaderamente sonrojante ver al presidente de esta
comunidad desarrollar su personalista campaña de marketing al ritmo de un rap
panegírico a mayor gloria de su gestión y en donde se ha tratado de camuflar
todo lo posible las siglas de su partido como si estas representasen un eczema
con el que no hay más remedio que convivir debido a su atópica piel política. El
presidente Monago es el más palmario y patético ejemplo de que la derecha
necesita refundarse, ese trasnochado extremeñismo de que ahora hace gala es la
evidencia de que el nocivo legado dejado por su partido en estos cuatro años
disemina esporas tóxicas que pueden acabar contaminándolo todo.
He de confesar que
hasta ayer no vi el vídeo del famoso rap en previsión de que esa acción pudiera
alterar de forma irreversible mi percepción sensorial. Escucho y apunto: “Lo importante son las personas y no los
partidos”, “Hay que primar las ideas
por encima de las ideologías”. Pero resulta que este azaroso presidente, con
ínfulas de oveja descarriada, rodeado del más irrelevante equipo político que
ha pisado jamás la asamblea extremeña y que ataca con la denuncia, es el
Presidente del conservador Partido Popular de Extremadura, el mismo que unido al cordón umbilical del partido matriz ha
aprobado algo tan repugnante como la llamada “Ley Mordaza”; abreviando, la
derecha pura y dura. Claro, que su deslealtad poco importará a los de la calle
Génova si consigue mantenerse en la poltrona –algo que se venderá muy caro- y
se dará por amortizada la tortura de atronarnos con perlas como la siguiente: “Algunos que antes eran verdes ahora son rojos, los rojos son azules
y a este gobierno el color le importa muy poco”. Sí, es fácil comprobar a
través de su herencia, ataques, denuncias y decretos que a él el color le
importa muy poco.
Pero hombre, existe
algún extremeño cabal que piense que el presidente Monago, por ética y
estética, puede erigirse en adalid de una juventud rebelde y un pueblo
subyugado. Me cuesta comprender cómo se conjuga la absurda frase “Extremadura como única doctrina” con la
dolorosa certeza de que esta bendita región de inmensos recursos naturales no
sea ningún referente para nadie. De ahí la repulsa y el desprecio que suscitó
aquel chabacano vídeo en el que se comparaban las bondades de Extremadura
enfrentada a la deprimente Andalucía. Acabará resultando que, como los
telepredicadores con jacuzzi y grifería de oro, el presidente ha tenido esa
doctrina muy abandonada a su suerte: Extremadura es, junto con Andalucía, Ceuta
y Canarias, la comunidad con la tasa más elevada de desempleados, una tasa que
supone el doble de la que tenía cuando comenzó la crisis: un IRPF más alto que
el de otras regiones está incidiendo negativamente sobre la inversión en
nuestra tierra; Extremadura está entre las seis comunidades que superan la
media de abandono escolar por encima del 23´5 %; Debido al éxodo rural y la
falta de expectativas, nuestra comunidad sufre un alarmante vacío demográfico,
con 41.635 km2 cuenta con una población ligeramente superior al millón de
habitantes… y el flujo migratorio no cesa; es una de las comunidades menos
atractivas (por atractiva se entiende competitivas) para el turismo junto con
Aragón y Asturias, con menos tejido industrial y de las más morosas.
Alguien me puede explicar cómo con estos datos
empíricos Extremadura puede ser, como presume el presidente extremeño y del PP
regional, un referente para nadie fuera más allá de la frontera de nuestro propio territorio. A muchos nos gustaría saber qué logros puede
presentar este gobierno que hayan mejorado el estatus general de la población,
el bienestar de sus ciudadanos; más allá de unos brochazos de maquillaje, lo
incontestable es que la región se ha empobrecido hasta límites perversos con
una política de austeridad, de subidas de impuestos y recortes que si viviéramos en una sociedad
avanzada sería motivo de condena para quienes la han desarrollado y ejecutado. Tal
vez al abrigo del felpudo de la política y sus constantes “puertas giratorias”
las estadísticas y datos objetivos puedan resultar excesivamente distantes, fríos,
y la resignación nos lleve a pensar que cualquier sitio es bueno para intentar
asaltar el cielo o morirse de asco.
Pero el
trabajador honrado, que siempre está muy por encima de las instituciones que le
representan, y que lleva mucho tiempo viendo reducido su poder adquisitivo,
despojado de la ilusión de vivir en una sociedad del bienestar en donde
funcionen las administraciones y el tejido productivo sea un elemento cardinal,
confía en la luz de una nueva esperanza que otorgue un mayor poder a los ciudadanos;
una quimera imposible si no existe una firme determinación de poner fin a la
gangrena que supone establishment . En esta
encrucijada se encuentra Extremadura, que debería instituirse como uno de los arietes
para destronar la vieja política de esas élites que utilizan su poder como
amenaza, que distribuyen de forma tan desigual la riqueza y se han propuesto el
linchamiento sistemático de la agónica clase trabajadora. ¡Gonnnng! Último asalto.