Los trabajos para localizar los restos de
Federico García Lorca en el trágico barranco de Viznar siguen su curso
utilizando las más sofisticadas técnicas del siglo XXI: un georradar como el
que encontró al Che, una cámara fotográfica en tres dimensiones y los mismos
laboratorios genéticos que intentan hacer hablar a los huesos de Colón. Quiero
pensar que a todos nos encantaría que los trabajos arrojaran un resultado
positivo y que, como dicen sus familiares, no se deje sin remover una sola
piedra para que la verdad salga a la luz. Pero ¿qué verdad? ¿No está ya dicho
todo? No creo que a nadie le quepa duda de que García Lorca es el poeta más
importante de la historia de España, subrayo lo de más importante porque “el
mejor” sería un concepto más discutible y subjetivo. Si fuera posible hacer un
terrorífico viaje en el tiempo y trasladarse al Madrid de julio de 1936, unos
días antes de la sublevación militar contra la República en Melilla, se podría
comprobar cómo el ruido de sables, los tambores de guerra y el ambiente de
intolerancia, violencia y agitación era tan asfixiante que llevó al poeta a
trasladarse de la capital a su tierra, Granada, dirigiendo sus pasos hacia la
Huerta de San Vicente, la finca de veraneo de su familia, a donde llegó el 14
de julio de 1936. Lorca había rechazado la invitación al exilio que le
ofrecieron las embajadas de México y Colombia, que temían por su vida. No
tardaría en arrepentirse de su decisión: en pocos días el centro de Granada
estaba controlado por fuerzas falangistas y de la CEDA, y su cuñado y alcalde
la ciudad, Manuel Fernández-Montesinos fue arrestado en su despacho y fusilado
un mes más tarde.
Aunque el primer
registro en la Huerta de San Vicente tiene lugar el 5 de agosto y fue dirigido
por Manuel Rojas Feijespan, infausto capitán de la Guardia Civil con gran
protagonismo en los sucesos de Casas Viejas el 12 de enero de 1933, éste
informó al poeta de que no había nada contra él y tampoco en los días sucesivos
hubo orden de arresto. El primer intento de arresto de García Lorca tiene lugar
en la huerta de San Vicente el 9 de agosto por parte de un grupo en donde
sobresalen miembros de la familia Roldán (Miguel y Horacio) declarada enemiga
de la familia de Lorca desde la explotación de la remolacha azucarera en la
Vega de Granada, también por el agravio que supuso la publicación de “La casa
de Bernarda Alba”, otra familia de raigambre y enemiga de la suya. Los Roldán
habían intentado obtener el plácet para arrestarle del gobernador civil de
Granada, Valdés Guzmán, en una reunión en Asquerosa (actual Valderrubio). Según
algunos autores, las rencillas y el odio entre familias tuvieron más peso que
la cuestión política en el arresto y posterior asesinato del poeta. Tras el
degradante incidente, Lorca pensó que lo mejor era refugiarse en la casa de los
Rosales, pues además de su amigo Luis Rosales, poeta y discípulo suyo, todos
los hermanos eran falangistas y José, conocido como “Pepiniqui”, un puntal del
partido en Granada. Instalado ya en la casa de la familia falangista, el 16 de
agosto se presentaron en la casa de los Rosales tres hombres para arrestar a
Lorca: Ramón Ruíz Alonso (ex diputado de la CEDA y padre de las actrices Emma
Penella y Terele Pávez), Federico Martín Lago (un maestro perteneciente a la
falange) y Juan Luis Trescastros (familiar lejano del poeta y hombre de
confianza de los Roldán, como se ha apuntado, enemigos tenaces de la familia
Lorca).
Nadie pensaba
que existiera alguien que fuese capaz de ir a detener a García Lorca a la casa
de “Pepiniqui”, pero existía, y con el consentimiento del gobernador civil, que
al parecer lo consulto con el insurrecto Queipo de Llano y éste le dijo “Dale
café, mucho café…”. No nos engañemos, las causas de la muerte del poeta siguen
todavía hoy envueltas en una nebulosa, en un silente misterio. Así, el
investigador Miguel Caballero narra en su libro “Las trece últimas horas de Federico García Lorca” que la muerte de
Lorca se debió más que a ninguna otra cosa a rencillas familiares que arrastraba
su padre desde hacía más de setenta años, no niega que en su asesinato influyeran
una concatenación de factores, pero señala la cuestión familiar como la más
importante para entender por qué fue ejecutado el poeta. Una vendetta que surge
con la semilla del odio entre las familias de la Vega de Granada y a la que
contribuyó la publicación de la obra citada.
Según Caballero,
García Lorca fue ejecutado pocas horas después de ser detenido, durante la
madrugada del día 17 de agosto de 1936, pues de haber estado más tiempo bajo
custodia su padre (conocido hombre de derechas) y los hermanos Rosales le
habrían liberado, ya que tanto uno como otros tenían una notable influencia en
la ciudad. Lo cierto es que a pocos historiadores les ha interesado subrayar
que la vida de Luis Rosales estuvo en gravísimo peligro por haber acogido en su
casa al poeta granadino. De tal modo, que de no haber intervenido su hermano
“Pepiniqui” le habrían fusilado, pero el incidente se dio por zanjado con una
multa al poeta de 25.000 pesetas de entonces. Porque en realidad, quien mandaba
y cortaba el bacalao en Granada era el gobernador civil, el siniestro comandante
José Valdés Guzmán, que técnicamente era falangista pero que le espetó al
destacado falangista Narciso Perales Valdés: “Mire usted, a mí eso del
nacional-sindicalismo me pega tres patadas en la boca del estómago, y le tengo
enfermo ¿sabe usted?”. Sus simpatías, quedó claro, estaban con las derechas
orondas y lirondas.
En el libro de Eduardo Molina Fajardo “Los últimos días de García Lorca” se revela que el día antes de la
detención del poeta (recordemos que ésta se produjo el 16 de agosto de 1936) ya
se habían iniciado los trámites para detenerlo sin informar de ello a los
Rosales, presentándose en la Huerta de San Vicente una escuadra al mando de
Díaz Esteve, miembro de la pandilla que rodeaba al gobernador civil Gómez
Valdés. Se prueba así que la denuncia contra el poeta no emanó de la falange
granadina, sino de los cedistas que asesoraban al gobernador civil. Y fue éste
quien más empeño puso en fusilar a Luis Rosales por poner en tela de juicio las
decisiones de la superioridad. En aquellos momentos, nadie, ni siquiera su
familia -porque no pudo, claro-, hizo más que el poeta y Premio Cervantes Luis
Rosales por salvar a Lorca, asesinado junto a un maestro de escuela con una
pierna de madera y dos banderilleros anarquistas. Las hipótesis sobre las
causas de su asesinato son muchas y variadas: Lorca pudo ser el despojo que dos
perros rabiosos (la falange y la CEDA) trataban de arrebatarse; las rencillas
familiares que jamás olvidaron miembros cedistas de familias enemigas; puede
que su detención y asesinato fuera el último intento de localizar a Fernando de
los Ríos, amigo íntimo suyo, y que en realidad era el pez gordo que buscaban.
Los siniestros personajes que le detuvieron acusaron a Lorca de disparates como
ser espía de Rusia, ser miembro de la Asociación de Amigos de la Unión
Soviética, ser íntimo de Fernando de los Ríos (como si esto fuera un pecado
capital) y de haber criticado la España tradicionalista. A día de hoy, lo que
tengo meridianamente claro es que de aquel vil, atroz, repugnante e inútil
asesinato nadie salió más limpio que Luis Rosales, el único de todos ellos
capaz de comprender que cuando muere un poeta muere una estrella.
Piensas que Rosales tuvo algo que ver?
ResponderEliminarNo, claro que no. Los Rosales hicieron todo lo posible por salvar la vida de Lorca. Pocas personas, además de su familia, sintieron y lloraron tanto la muerte del autor de "Poeta en Nueva York" como Luis Rosales. Existen varias teorías sobre las causas de y autores de su asesinato, pero ninguna señala a los hermanos falangistas.
ResponderEliminarSaludos.